El diagnóstico de linfoma puede provocar una profunda respuesta emocional a los pacientes, a los miembros de la familia y aún a los amigos. Las reacciones más comunes son negación, depresión, desesperación y miedo.
La falta de comprensión de lo que está sucediendo, lo sensación de estar enfrentando lo desconocido, la ignorancia de lo que sucederá a continuación, son temas que los pacientes deben discutir a fondo y frecuentemente con sus familias, médicos y enfermeras. La tensión emocional puede ser todavía agravada por dificultades en el trabajo o en los negocios, así como por la interacción con la familia y los amigos. Es necesario pedir explicaciones completas que aborden las perspectivas de curación y los diferentes planos de tratamiento; ésto puede traer alivio en términos emocionales y auxiliar al paciente a enfocase en el tratamiento a que se enfrenta y a las perspectivas de recuperación.
Los miembros de la familia y otros seres queridos pueden tener preguntas respecto a la quimioterapia y a los métodos alternativos de tratamiento. Es mejor conversar directamente con el médico y exponerle todas las dudas que tuviera en relación con el tratamiento. Los problemas y las reacciones que tenga deben ser discutidos con profesionales de la salud, que comprenden la complejidad de las emociones y las necesidades especiales de los que conviven con un paciente de linfoma. En todas estas situaciones, un psicólogo o un psicooncólogo pueden ser de gran ayuda.
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