Diagnóstico

Las señales y los síntomas más frecuentes son: dolores óseos que no responden a la administración de medicamentos para el dolor; fracturas óseas patológicas, es decir, que son causadas por pequeños traumas; alteraciones bíoquímicas de la sangre o de la orina. Para confirmar el diagnóstico de mieloma se requiere que estén presentes, por lo menos, dos de las condiciones siguientes:

  • Una muestra de médula ósea con las células plasmáticas por encima del 10%.
  • Radiografías de todo el esqueleto que muestren lesiones líticas en, por lo menos, tres huesos diferentes.
  • Muestras de sangre o de orina con niveles anormalmente elevados de anticuerpos (inmunoglobulinas) o de proteína de Bence-Jones.
  • Una biopsia que muestre un tumor de células plasmáticas (plasmocitoma) dentro o fuera del hueso).

El plasmocitoma solitario se considera el estadío inicial del mieloma, debido a que un buen porcentaje de pacientes que presentaron plasmocitomas desarrollaron después mielomas.

Una vez confirmado el diagnóstico de mieloma, es importante evaluar el estadío de la enfermedad.

La extensión de la enfermedad está clasificada en tres estadíos diferentes – I, II y III – que dependen del número de células de mieloma presentes, de los niveles de proteínas y de hemoglobina, del estado de la función renal y de las lesiones óseas.

Definir el estadío de la enfermedad es muy importante, ya que ayuda a definir el esquema terapéutico a seguir, y a prever el éxito de los diferentes esquemas de tratamiento.

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